Las calles por donde transitamos a diario y muchos edificios donde entramos o incluso vivimos, están llenos de antenas de telefonía, móviles y ondas wifi.
En las carreteras se mide nuestra velocidad con señales de radar, utilizamos GPS; en nuestros hogares utilizamos a diario también microondas, cocinas de inducción, juguetes teledirigidos etc.
Las ondas electromagnéticas que circundan el medio ambiente, antes formaban un equilibrio con el ecosistema del planeta pero se han visto altamente incrementadas en los últimos años por las emisiones de ondas de baja (no ionizantes), media y alta (supraionizantes) frecuencia emitidas a partir de tecnologías que, en general, no han tenido en cuenta este equilibrio.
Cualquier alteración externa interfiere en la expresión energética del organismo.
Con el tiempo estas alteraciones se traducen en un desequilibrio progresivo, capaz de alterar gravemente los sensores bioeléctricos del cuerpo humano.
Las alteraciones se traducen en campos de tensión que alteran el funcionamiento del sistema nervioso y, en consecuencia, influyen en el rendimiento energético y biológico del organismo.
Síntomas característicos de estos trastornos, se observan en un principio en estados de cansancio, estrés, apatía, insomnio, bloqueos psicológicos, déficit de atención, dolor de cabeza, depresión, ansiedad, etc., que finalmente pueden transformarse en alteraciones inmunológicas, como por ejemplo la generación de radicales libres en las células sanguíneas y en muchas patologías.
Se han hecho muchas investigaciones para dar respuesta y resolver el contexto de inquietud social que rodea la contaminación electromagnética, después de que la OMS alertase de la naturaleza dañina de la radiación emitida por los móviles y de un reciente dictamen de la Unión Europea que emplaza a los países miembros a tomar medidas preventivas en este ámbito.
Se han creado tecnologías que consisten en desarrollar métodos y sistemas basados en identificar y decodificar frecuencias eletromagnéticas y aplicarlos a unos dispositivos llamados «convertidores pasivos», construidos a partir de nanopartículas de minerales y metales que son respetuosos con el medioambiente y mejoran el bienestar.