Cuando no puedes hacer lo que hasta ayer mismo hacías…
BEGOÑA DEL TESO – Donostia, febrero 2021
…AAcaso es el momento de empezar a hacer aquello que hasta ayer mismo no hiciste.
Vivimos tiempos extraños que quizás nunca pensamos, en esta nuestra plácida comodidad occidental, de Primer Mundo, de la Europa de los 27, que viviríamos. Aislados de casi todos los demás mundos, del asiático que a pesar de todo aún hoy nos sigue pareciendo misterioso y remoto; del africano del que tan poco sabemos (solo de guerras, ablaciones y hambrunas; nada de luchas, de mujeres bravas, de jóvenes que se preparan entre nosotros para volver allá y rescatar sus países); del latinoamericano del que únicamente tenemos noticias por aquellos y aquellas que de pronto y entre nosotros ya se han convertido en ‘esenciales’, no estábamos preparados para que un virus nos pusiera entre las cuerdas y a punto esté de noquear la economía y la salud del planeta entero. Habíamos vivido, desde lejos, protegidos, la gripe aviar, la crisis de las vacas locas, la fiebre porcina. Igual que hoy poco parece importarnos el sacrificio de miles de visones debido a que han sido hábilmente infectados por esa Covid-19 que busca incansablemente nuevas maneras de supervivencia y transmisión (es su misión como ser vivo), menos pareció incumbirnos la tragedia que vivieron ganaderos y porqueros. Y en cuanto a nuestro prójimo oriental a quienes, asombrados, contemplábamos siempre cubiertos por ‘tapabocas’ y mascarillas, seguían pareciéndonos muy extraños y lejanos y su forma de protegerse, propia de lugares de intensa contaminación atmosférica.
No, no nos tomamos en serio ninguno de los 18 SARS (síndromes respiratorios agudos graves) anteriores a este. Como siempre suele pasar, les tocaba a los otros… En cuanto al Ebola… Por nuestros alrededores solo murieron un misionero y un perro…
Pero nos tocó
Pero nos tocó. Mientras leíamos el Decamerón, mientras veíamos La máscara de la muerte roja o mientras en Venecia nos comprábamos, arrobados, la máscara del Médico de la Peste, esa de pico de pájaro rellenado de hierbas aromáticas.
Pero nos tocó. De lleno. Nos dio fuerte en la línea de flotación. Derrumbó nuestras seguridades, nuestras comodidades. Alteró nuestros ritmos. Llegó. Llegó la Covid-19, esa que al principio creímos un cuento chino y después una tarantela italiana.
Pero llegó. Para quedarse. Nos tapó la cara, nos encerró en las casas, nos sacó, tontamente a los balcones. Enfermó y mató a muchos de los nuestros. No pudimos acompañarlos, no pudimos despedirlos.
Nos metió el miedo en el cuerpo. Hizo aflorar muchas (¿demasiadas?) de nuestras miserias más íntimas. Organizamos, cierto, redes de ayuda vecinal pero no es menos verdad que otros constituyeron redes de chivatos.
Llegó y nos hizo ver que habíamos aparcado de cualquier manera y en cualquier sitio a nuestros mayores; en centros que sí, los disfrazaban en Carnavales pero no podían (¿querían?) protegerlos cuando el virus se coló por puertas y ventanas.
Nos dijeron que nos reencontraríamos en una nueva normalidad. Pero no hubo tal.
Nada ha sido normal desde el 13 de marzo de 2020, que fue viernes y fue 13. Nada ha sido normal. Ni las Navidades ni nuestra vida, ni nuestra impostada seguridad ni nuestro trabajo (tocado, hundido, perdido…) ni nuestra manera de comer, de beber, de comprar, de vender.
Nada ha sido normal y en el fondo, nada ha sido nuevo. Porque por los siglos de los siglos, la Naturaleza nos ha ido poniendo al borde de mil precipicios…
Estamos cansados
Estamos cansados. Atribulados. Una nueva expresión aparece en los informes de médicos, naturópatas, psicoterapeutas: Fatiga pandémica. Las fuerzas se nos debilitan. Las esperanzas se achican. Nos hemos vuelto adictos al repaso continuo de datos, cifras y porcentajes.
Podemos ser las víctimas propiciatorias de la ansiedad, la depresión, el mal fario, los cuentistas y las vendedoras de pócimas y conjuros. Podemos ser víctimas de nosotros mismos.
Pero no, no podemos ni queremos ni debemos serlo. Saldremos de esta. Magullados pero también madurados. Por nuestro propio esfuerzo. Con la ayuda de otros. Saldremos sabiendo que si el pan que malamente aprendimos a hacer en casa sabía a pan, mejor será comprarlo de buena masa madre y larga fermentación que en una gasolinera. Saldremos sabiendo lo que ya deberíamos saber hace unas cuantas vidas: cuando más fuertes sean nuestros sistemas inmunológicos más difícil se lo pondremos a la Covid-19 y a todas sus mutaciones.
Y escribimos sistemas inmunológicos. En plural. Porque hemos de proteger y fortificarlos todos. El físico y el psíquico. Fortalecer el cuerpo y el espíritu. Antes de que se logre esa dichosa inmunidad de rebaño (¿quién quiere ser cordero pudiendo ser león?) consigamos la inmunidad propia. Interna. Externa. Hagámonos fuertes. Y hagamos fuertes a quienes amamos. Cuidémonos. Pidamos ayuda. No es menos valiente quien la solicita sino al contrario. Unidos somos más y si elegimos bien a quien nos unimos, mejores.
La frase que encabeza este relato no es ni de un epidemiólogo ni de un guru ni de un político. La dijo Jurgi Ekiza, miembro de un grupo musical rockero y eléctrico lleno de magníficas influencias, Willis Drummond. Se le oye en la banda sonora de una película impresionante, Ane. Jurgi, entrevistado en Berria dejó bien claro que raros eran los tiempos y extraños los acordes pero que dado que no podemos ya hacer las cosas que antes hacíamos, tal vez había llegado el momento de arriesgar y empezar a hacer eso que antes nunca habíamos hecho.
No es mala filosofía. Una forma de salir de este embrollo mortal nuevos y reforzados. Por cierto, en euskara, la frase de Jurgi se lee tal que así: Nire ustez, arriskuak hartzeko eta gauza berriak egiteko garai bat izan da, betiko gauzak ezin zirelako egin, eta horrek badu bere interesa; sorkuntza ederrak izan dira aurten. Hala ere, zinez konplikatua da etorkizuneko perspektibarik ezin edukitzea.
Jurgi y todos los demás sabemos que no son estos tiempos cómodos y dulces pero, si la hora de nuestra extinción como especie no ha llegado, mejor nos ponemos las pilas nos cuidamos (a nosotros mismos, a los demás) y nos dejamos cuidar; pedimos ayuda, la damos, nos miramos a los ojos, leemos, caminamos, nos tomamos un vino en casa, hablamos. Y hacemos cosas. Nuevas. O recuperamos las que abandonamos. Somos Y, with a little help of our friends, seremos.
BEGOÑA DEL TESO – Donostia, febrero 2021