El botiquín casero a través del tiempo
Pareta belarra, aloe vera y patxaran (más desinfectante para mascarillas y una cocacola…)
BEGOÑA DEL TESO – Donostia, septiembre 2020
No, no vamos a hablar de la última invención/maquinación de alguna de nuestras más jóvenes y brillantes maestras cocteleras (que haberlas, como las meigas, haylas) sino del botiquín casero. Del de este III Milenio. Del de siglos anteriores y, quizás, de los del futuro. También del que se puede llevar en la mochila, la cartera o el bolso.
Vamos a hablar de que como eso de enmascararnos la boca y la nariz parece que va para largo, acaso no deberíamos dejar de tener en casa un frasco de Nature Spray Protect que, rico en sales minerales, higieniza no solo prendas de vestir y zapatillas (para eso servía antes del 13 de marzo de 2020) sino que desinfecta las mascarillas, que como ya se están convirtiendo en complementos de moda, identidad y, a veces, lujo extremo, hay que mantenerlas bien limpias y libres de bacteria alguna.
Vamos a hablar de que como ya se acerca el otoño y algunas de nuestras gargantas son frágiles, bien haríamos en llevar en el bolsillo una caja de pastillas de propóleo (aroma limón, si os parece. O eucalipto).Y para mantener bien defendida la fortaleza, templo o castillo que es nuestro cuerpo, también podríamos hacernos con otra caja de píldoras de equinacea (blandas, suizas, enriquecidas con estevia, si queréis).
Vamos a hablar de que el aloe vera no es pre-ci-sa-mente una planta autóctona de estas tierras nuestras sino que, arábiga como otros tantos tesoros, necesita climas subtropicales. O en todo caso, muy mediterráneos. Así que no era exactamente el remedio que tenían más a mano las mujeres y los curanderos que habitaban los caseríos vascos. Por lo tanto, recurrían a otros regalos de la Naturaleza, regalos que había que bien conocer, bien medir, bien preparar. Ya sabemos todos que lo importante es la dosis. Cura o mata. Sana o envenena.
La pasta dentrífica era un lujo
Petriquillos y abuelas de antaño no conocían el aloe vera. Nosotros sí. Por tanto, tontería sería no incluirlo en nuestro botiquín casero o ambulante de este 2020. En zumo (ideal para el sistema digestivo) o en gel. Para beber o para, mantenido en el frigorífico, sacarlo y masajearte las piernas cansadas tras una feliz caminata entre riscos, barrancos o paseos marítimos….
No, en las casas de antes no había aloe vera. Pero sí barro. Si arcilla y ¿qué mejor para una torcedura de tobillo que un empasto de buen lodo?
No había aloe vera. Y en muchas, tampoco dinero. Por tanto, la pasta dentrífica era otro lujo. Pero muchos sabían que pocos limpiadores de dientes más exquisitos y efectivos que la flor del hinojo silvestre (ahora en septiembre florece en muchos de los caminos por los que pasamos sin mirar a los cunetas, haciendo vistoso trekking) con su sabor mieloso…
No es solo que no hubiera ni aloe ni dinero sino que además el médico vivía lejos y únicamente se le molestaba para casos muy graves. Así, el patxaran fue antes que ese licor de endrinas que simboliza a Navarra toda, remedio eficaz para los dolores de barriga de los críos y menstruales de las mujeres. Y para algo más porque sabido es que la muy noble, inteligente y libre reina Blanca cuando enfermó allá por el 1441 en Segovia pidió que le trajeran de su ya entonces Viejo Reyno, unos cuartillos de ese licor de endrinas maceradas en anís.
Y no se trata de ningún privilegio foral, en todas las tierras alguien maceró y fermentó desde siempre hierbas, plantas y bayas. Así surgieron los orujos, las aguas de vida, las ginebras, los licores del cazador. Por lo tanto, nunca está de más tener una botellita de anisado con hierbas en el botiquín. O en el mueble bar…
Vamos a hablar de la Coca Cola, sí. Ya, no parece muy correcto pudiendo escribir de la kombucha, el agua de coco o los vinos ecológicos pero no es menos cierto que nacer, esa sublimación de la zarzaparrilla nació como bebida medicinal. Fue un 8 de mayo. En Atlanta. En 1886. En la farmacia Jacobs. Una formulación contra los problemas digestivos ideada por el farmacéutico John Stith Pemberton. A 5 centavos vendía cada vaso de ese sirope hecho con extractos de hojas de coca y nuez de cola. Cierto, al principio contenía cocaína (una vez más, el secreto está en la dosis…) pero en 1903 se sustituyó por cafeína. Hoy es el día que si con el estómago del revés, zarandeada en el interior de un coche por las curvas que te llevan y traen entre las Cinco Villas navarrenses, llamas a tu médico (naturista, sanador, colegiado…) creyendo que te mueres y teniendo todos tus elixires de herboristería a 60 kilómetros de distancia te recomendará que pares en una gasolinera y te tomes una Coca. Y nada de pedir la Zero, nada de sin azúcar. La original. Si te sobra algo, puedes aprovecharla para desatascar los filtros del coche… Incluyamos un par de latas (o de las botellas que reproducen las curvas de esa dama gloriosa y cínica que fue Mae West) en este nuestro atípico botiquín.
No puede faltar el kuzu
En el que no puede faltar el kuzu, milagroso almidón obtenido de la Pueraria Lobata, una planta muy utilizada en la medicina tradicional china. Es como la Coke pero en fino y holístico: lo mismo te ayuda a que tu estómago (ese segundo cerebro nuestro…) recupere su excelencia, que te hace olvidar que al mediodía has tomado demasiada manzanilla. De la de Sanlúcar de Barrameda, quiero decir. Por lo tanto, junto a la Coca, el kuzu.
Y así vamos llenando el botiquín. En otros tiempos en la alacena de las grandes sabias de los caseríos y los cortijos había regaliz y ortigas. Había pasmo belarra (recién ha florecido en el borde de los caminos), recomendada por su efecto analgésico y digestivo. También para limpiar los bronquios o para aliviar el reúma y la artritis. Había pareta belarra, una hierba muy diurética pero igualmente eficaz contra las almorranas.
Y había ajo. No, no contra los vampiros, que esta ha sido más que nada tierra de brujas, magos, diosas y perversas lamiak. Y Galicia, tierra de la Santa Compaña, los aparecidos y algún que otro hombre lobo, según el cine.
Había ajo porque tiene más de 200 componentes activos. Entre ellos la quercetina, de propiedades antigripales, antibacteriales y antiinflamatorias. O la alicina, un antibiótico natural.
Y si fuéramos nórdicos ahora que llega el otoño empezaríamos a pensar en tomarnos un trago (largo, long drink) de destilación o infusión de abedul, bueno para el riñón y el hígado. Para la vida en general. Cuentan que acaso la famosa caldera en la que cayó Obelix contenía una cocción, entre otras cosas, de hojas o savia de este árbol amado por los druidas.
Ahí tenemos nuestro (im)posible botiquín casero. No olvidéis, en estos días de coronavirus, un limpiador higienizante de superficies y manos. No olvidéis consultar siempre a quien de esto sabe (en nuestro caso, en el caso de Holi a Ana Pazón, nutricionista de Holi, o a cualquiera de nuestros amigos médicos). Y si queréis volar en vuestras escobas a los prados del macho cabrío, mejor será que lo hagáis en sueños, leyendo narraciones extraordinarias o viendo películas sin cuento porque, no lo olvidéis jamás, la belladona que usaban las brujas es una de las plantas más tóxicas que se encuentran en el hemisferio norte. Ellas, las hechiceras, tan sabias, solo osaban a untársela en la piel para alucinar en círculo.
Cuidado pues. Mucho mejor un trago de pacharán. Y después, una cocción de kuzu.
BEGOÑA DEL TESO – Donostia, septiembre 2020